El «Padre Nuestro» ensancha nuestro corazón colmándolo del amor de Jesús, de su misericordia, de su ternura, de la confianza y de la perseverancia con que podemos y debemos dirigirnos al Padre. La Oración del Señor nos lleva a identificar nuestras plegarias con su perfectísimo anhelo de salvación para todo el género humano.
Padre nuestro que estás en el cielo y también estás con nosotros, acompáñanos como el sol sobre el horizonte de cada día que nos entregas y confías y guíanos para que seamos luz del mundo en el camino de nuestros hermanos.
Santificado sea tu Nombre. Yo te alabo y te bendigo; que te alaben todos los hombres y te bendigan al ver nuestras buenas obras, inspiradas todas por la presencia de tu Santo Espíritu en nosotros. Que todos te glorifiquemos como verdaderos hijos tuyos y nos sintamos unidos por tu amor de Padre.
Venga a nosotros, tu reino, ese reino que nos mostraste e imaginaste con Jesús y cuya lenta maduración pusiste en nuestras manos. Reina en nuestros corazones, en nuestros hogares, en nuestra adolorida patria.
Que nuestra fe católica impulse el desarrollo de una sociedad renovada por la convivencia en el amor de hermanos.
Hágase tu voluntad así en la tierra, como en el cielo; que cumplamos tu santa voluntad en cada uno de nuestros actos, en nuestro trabajo diario y con el testimonio de nuestras vidas en todos los momentos y lugares donde nos encontremos. Que respondamos a nuestro compromiso cristiano y a las expectativas de nuestros hermanos, siendo testigos del reino conviviendo en el amor según el mandamiento de Dios, y colaborando fraternalmente en la pacificación y reconstrucción de nuestra patria, desde nuestros pequeños actos de bien donde quiera que vayamos cada día.
Danos hoy nuestro pan de cada día; el pan de la mesa familiar, el pan de la verdadera amistad, el Pan divino de la Eucaristía, el pan de la justicia y de la libertad. Danos el pan y enséñanos a compartirlo siempre con aquellos que no lo tienen.
Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Enséñanos a perdonarnos a nosotros mismos y enderezar nuestro camino, a ser misericordiosos y perdonar las ofensas y equivocaciones de nuestro prójimo, nuestros familiares, de nuestros amigos, jefes, compañeros de trabajo y subalternos; que comprendamos y perdonemos a nuestros hermanos como tú nos perdonas, que los aceptemos tal como son y, del mismo modo con tu gracia, según tus mandatos y por caridad, corregir a quien se desvía de tus caminos para que puedan ser mejores y gozar también de la salvación que Tú ofreces, que nos ayudemos mutuamente a crecer con un amor lleno de comprensión como haces Tú con todos nosotros.
No nos dejes caer en la tentación de la avaricia, de la vanidad, de la lujuria, no nos dejes caer en el orgullo de sentirnos superiores ni despreciar a nadie, que no caigamos en la tentación del desaliento, que no nos dominen la arrogancia ni el mundo del consumismo, ni las ideologías contrarias al Evangelio de Jesucristo, tu Hijo, ni la voluptuosidad y las tentaciones de la carne y líbranos del mal. Líbranos del mal terrible del pecado que rompe nuestra amistad contigo. Líbranos de olvidarnos de TI y de nuestros deberes como cristianos, líbranos del endurecimiento del corazón ante los más pobres y necesitados de ti, libra a nuestra patria de los males de la violencia en cualquiera de sus formas, del aborto, del secuestro, del desplazamiento, de las torturas, de la corrupción y el oportunismo de los poderosos, libra a nuestra patria de los desastres naturales y aquellos causados por manos del hombre. Líbranos, Señor, de los males del ocio, del rencor, de las venganzas. Líbranos de todo mal. Amén.
Mary F.S.