Un Llamado a la Acción en el Silencio de Dios
Hoy, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre la cercanía de Dios, que ya no se esconde, y el tiempo de la cosecha, en el que se revelan los frutos de la humanidad. En medio de las dificultades y sufrimientos que vivimos, encontramos una noticia consoladora: Dios escucha nuestras súplicas, se apiada de nosotros y responde.
El profeta Isaías nos habla de este consuelo, afirmando que Dios se apiadará a nuestra voz de gemido y nos atenderá con compasión (Isaías 30,19-21.23-26). Es un mensaje de esperanza, sobre todo cuando nos encontramos en situaciones de dolor o desesperación, pues nos recuerda que el Señor no está distante; Él está cerca, dispuesto a darnos su luz y su guía.
Sin embargo, la cercanía de Dios también nos invita a prestar atención a su voz, no solo a nuestros gritos de auxilio. A veces, buscamos a Dios solo para que Él responda a nuestros deseos, pero nos cuesta escuchar cuando Él nos habla y nos muestra el camino correcto. La luz de Dios, al igual que el sol que brilla plenamente, quiere iluminar nuestras vidas, pero esta luz también nos exige que caminemos en su verdad, que escuchemos su llamada a la conversión.
La imagen de la cosecha en el Evangelio de Mateo (9,35-10,1.6-8) nos recuerda que el tiempo de la cosecha es un tiempo de verdad. Cuando llega la cosecha, es el momento de reconocer lo que verdaderamente ha crecido y madurado. Jesús observa a las multitudes y siente compasión por ellas, pues ve que están como ovejas sin pastor. Les llama a un tiempo de maduración, donde se debe recoger lo que ha crecido para el Reino de Dios. Es un tiempo de justicia y de verdad, en el que se revelan los frutos ocultos de nuestras vidas. Y Jesús, al igual que un cosechador, desea que los trabajadores sean los que recojan lo que está maduro y lo lleven al Señor.
Este llamado no es simplemente a trabajar, sino a cosechar lo que ya está listo para ser recogido. Un verdadero evangelizador no busca convencer a otros a través de palabras vacías o disputas estériles; su misión es reconocer lo que ya está maduro en el corazón de las personas y traerlo al Reino de Dios. Es alguien que tiene la luz suficiente para ver más allá de las apariencias, que sabe discernir en los corazones humanos la semilla de la fe que está esperando ser cultivada y recogida.
Hoy, el Señor nos invita a ser parte de esta cosecha. No solo a trabajar, sino a reconocer la presencia de su luz en nuestro entorno y a cooperar con Él en la misión de llevar su verdad y su compasión a los demás.
Plegaria para hoy
Señor Dios, que te haces presente en medio de nuestro dolor y nuestras alegrías, te damos gracias por tu cercanía. Ayúdanos a ser sensibles a tu voz, a escucharla en medio del ruido del mundo y a seguirla con obediencia. Te pedimos que nos des la luz suficiente para ver lo que está maduro en nuestros corazones y en los corazones de quienes nos rodean. Haznos instrumentos de tu paz, dispuestos a cosechar lo que Tú has sembrado en el tiempo perfecto. Que, al igual que Tú, tengamos compasión por aquellos que están perdidos y sin dirección, y que podamos llevarles tu verdad y tu amor. Amén.
Marynela Florido S. – Equipo de redacción.