Adviento: Promesa de Dios Cumplida en Cristo, Luz para Todas las Naciones
En este tiempo de Adviento, la liturgia nos invita a reflexionar sobre la universalidad del mensaje de Cristo, que convoca y reúne a todas las naciones y pueblos en la paz infinita del Reino de Dios, como podemos leer en Isaías 2,1-5. El profeta Isaías, quien junto con María santísima y Juan nos guían en este tiempo litúrgico, nos presenta una visión impresionante de Jerusalén como el centro de peregrinación de todos los pueblos, un lugar donde se encuentra la luz de la verdad y la sabiduría. Esta imagen nos recuerda que la verdadera Jerusalén no es solo una ciudad física, sino el encuentro espiritual con Dios, el único capaz de satisfacer la profunda hambre y sed de verdad que habita en todo ser humano.
El Evangelio según San Mateo 8, 5-11, narra el encuentro de Jesús con el centurión romano, que acude a Cristo para rogar por la curación de un siervo suyo; nos revela que el amor y la fe trascienden las barreras de la raza, la cultura, y la religión. La petición del centurión, movido por el sufrimiento de su siervo, demuestra que el dolor y la necesidad humana son un lenguaje común, capaz de reunir a todos los pueblos. Jesús, al reconocer la fe de este hombre, abre las puertas del Reino de Dios más allá de las fronteras de Israel, mostrando que su salvación no es exclusiva ni limitada, sino que es un don para todos.
Dice Jesús, al cierre de la narración de su encuentro con el centurión romano: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.» La imagen del banquete del Reino de los cielos, mencionada por Jesús, nos invita a imaginar una mesa llena de todos los pueblos, donde la fe y el amor superan cualquier distinción. Este banquete, que anticipamos en la Eucaristía, es el signo visible de la unidad que Cristo ha venido a traer: un pan que alimenta a todos, un amor que supera las diferencias y une a la humanidad en su necesidad fundamental de salvación.
El Adviento nos prepara para recibir este mensaje de esperanza, donde la promesa de la venida de Cristo es un recordatorio de que Él viene a sanar nuestras miserias físicas y espirituales, a unirnos en su amor y a mostrarnos el camino hacia la paz verdadera. En medio de las tensiones y divisiones del mundo, Cristo nos invita a reconocer nuestra común vulnerabilidad y a abrazar la paz que solo Él puede ofrecer, una paz que no se basa en acuerdos humanos, sino en el reconocimiento de nuestras necesidades profundas y en el amor que se ofrece sin barreras.
Así, mientras nos preparamos para la llegada de Cristo, nos exhorta la liturgia a tener una mirada universal, abierta a todos los pueblos y culturas, y a reconocer en cada ser humano, sin importar su origen o creencias, un hermano necesitado del mismo amor que nosotros recibimos. En este tiempo de Adviento, más que nunca, se nos invita a vivir con esperanza, porque sabemos que Cristo ya ha venido y volverá para reunirnos en su banquete de amor eterno.
Plegaria de hoy
Señor, te damos gracias por el don de tu presencia en medio de nosotros.
Te pedimos que nos concedas abrir nuestro corazón a tu mensaje de amor y unidad,
que trasciende todas las barreras y diferencias.
Ayúdanos a reconocer nuestra vulnerabilidad común y a ser instrumentos de tu paz en el mundo.
Que, como Jerusalén, seamos un reflejo de tu luz,
y que en cada uno de nosotros se haga realidad el banquete del Reino,
donde todos, sin distinción, encontremos el alimento que sacia nuestras almas.
Amén.
Marynela Florido Santana
Equipo de redacción