Hoy, reflexionamos sobre el poder transformador del Hijo de Dios revelado a nuestra vida, tal como lo vivió Pablo.
“Habéis oído hablar de mi conducta pasada en el judaísmo: con qué saña perseguía a la Iglesia de Dios y la asolaba, (…) Pero cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles (…) me fui a Arabia, y después volví a Damasco (…) Fui después a Siria y a Cilicia. Las Iglesias cristianas de Judea no me conocían personalmente; sólo habían oído decir que el antiguo perseguidor predicaba ahora la fe que antes intentaba destruir, y alababan a Dios por causa mía. (Gálatas 1, 13-24)
Es importante recordar que nuestra conversión también comienza con cada encuentro diario con la Palabra de Dios, con su meditación y con la oración. Hoy, te invito a meditar sobre el poderoso encuentro de Pablo con Cristo, un momento que cambió su vida para siempre. Pablo, ferviente en su celo por la Ley, experimentó una revelación que transformó su entendimiento, su corazón y su voluntad. No fue un cambio superficial, sino una iluminación profunda que desnudó su orgullo, destruyó todas sus oscuridades y lo llevó a abrazar una nueva identidad en Jesús.
Este relato nos recuerda que nuestra propia conversión comienza con la revelación de Cristo en nosotros. Vale la pena preguntarnos entonces ¿Qué áreas de nuestra vida necesitan esa luz? A veces, luchamos con debilidades o viejas creencias y hábitos que nos limitan, pero, al abrirnos a la presencia de Jesús y permitir que Él haga su obra en nosotros recibimos la fuerza que nos falta y las habilidades necesarias para llevar una vida auténticamente configurada con Cristo y su Evangelio. Su poder nos transforma y nos impulsa hacia un nuevo camino.
Esta es una buena ocasión para reflexionar sobre nuestra propia historia. Cada uno de nosotros tiene momentos de lucha y desafíos, pero también tenemos el potencial de ser un reflejo de la gracia divina. Agradezcamos entonces por el amor y la compasión que Cristo ofrece, y permitamos que Su Luz brille en nuestras sombras.
Recordemos que cada día es una nueva oportunidad para encontrar y reflejar a Cristo en todo lo que hacemos.
Finalmente, la reflexión de hoy nos lleva a concluir que la manera de dejar atrás nuestro pasado de oscuridad, frustración, vacío y desdicha por el pecado es abrirnos a la revelación de Dios en nuestra vida, por medio de su Hijo Jesucristo para vivir en la plenitud de nuestra nueva identidad de cristianos.
Marynela Florido S.