¿Te gusta que los demás te juzguen sin saber por qué haces las cosas? Quizás te dé igual lo que piensen extraños que ni te van ni te vienen. Pero puede que sí te siente mal que te juzguen personas cercanas, que no se han tomado tiempo para escucharte y comprenderte. Ésa es la razón principal para decidir no emitir juicios precipitados sobre otras personas: Que a ninguno nos gusta que nos juzguen alegremente.
Y, como razones sobran, apuntemos otras siete:
1. Porque todos somos diferentes: Yo no puedo juzgarte a ti según mis valores, mis prioridades o mis gustos personales, porque tú eres una persona distinta y, por tanto, tienes tu propia forma de pensar y de actuar.
2. Porque nadie es perfecto: ¿Quién soy yo para juzgar tus errores, cuando yo cometo tantos? ¿Quién soy yo para creerme mejor que tú?
3. Porque falta información: No puedo juzgarte sin conocerte y, menos todavía, sin hacer el intento siquiera de entender las razones de tu comportamiento.
No sé nada de tu historia, de tus necesidades, de las circunstancias que hacen actuar así.
Me he quedado tan sólo con la parte visible, adaptada a mi conveniencia. ¿Cómo voy a alzar la voz para sentenciarte? ¿Con qué derecho?
4. Porque las apariencias engañan: ¿Y si lo que pienso que está ocurriendo tiene poco que ver con la realidad? ¿Y si yo creo que tus motivos son unos y me equivoco?
5. Porque hace daño: Quizás tú no llegues a enterarte. Pero, ¿y si ocurre? ¿Y si te enteras de que me he pronunciado contra ti injustamente?
Tú confiabas en mí y yo no tuve la honestidad de hablarte a la cara o no te di la oportunidad para defenderte sobre lo que yo decía acerca de ti.
Debí pensar antes en el daño que se puede hacer con las palabras. Te he herido a ti y me he hecho el doble de daño a mí misma.
Me siento ruin, culpable por no haber tratado de entenderte. Me siento mal.
6. Porque quien juzga se define a sí mismo : Yo te juzgué. La gente puede dar valor a mi opinión o no dársela. Pero es sólo eso: una opinión.
Tú te defines con tus actos, por mucho que yo los critique. Cuando yo te critico soy sólo eso: Una crítica. Una crítica dispuesta a juzgar a la ligera a quien sea, incluyéndome a mí misma. Y, aunque juzgue con buenos argumentos, ¿estoy haciendo algo bueno por ti? ¿No es preferible que dedique mis esfuerzos a tratar de entenderte antes que a criticarte?
7. Porque no hace de quien juzga una mejor persona: ¿Me siento mejor cuando te juzgo? ¿Me olvido de mis penas, de mis fracasos y limitaciones? Quizás dejo de prestarles atención por un rato, mientras estoy hablando de tus cosas.
Eso es todo. Juzgarte a ti no me da la alegría que me falta ni, a la larga, me hará mejor como persona.
Estaré contribuyendo a perpetuar estereotipos, a extender la mala leche gratuita y a disparar antes de preguntar.
Por todo eso quiero evitar en lo posible la mayoría de esos juicios injustos: Si tú no me estás haciendo mal alguno, ¿quién soy yo para juzgarte?
Lo suyo es que te deje vivir tranquilo y yo haga lo mismo, ¿o no?
El reflejo de tus acciones: Conducía camino a mi casa durante una noche lluviosa; delante de mi iba otro automóvil que constantemente me deslumbraba con una luz proveniente de la parte de atrás del automóvil. Me molesté pues a demás de la lluvia y el estado de la carretera tenía que lidiar con el destello que aquel automóvil me reflejaba. Pensé que algún niño travieso llevaba algún artefacto luminoso e iba jugando por la carretera.
Más adelante llegamos a un semáforo donde un poco molesto me coloqué al lado de aquel automóvil, cuando se abrió la ventana del otro auto y el conductor me dijo:
– «Disculpe, pero su luz izquierda está desprendida. Debería repararla o puede tener algún accidente»
Me di cuenta entonces que el reflejo era producto de mi luz averiada.
Esto me hizo reflexionar mucho sobre lo que pensamos de los demás. A veces una actitud negativa o mala de otras personas, puede no ser más que el reflejo de nuestras acciones en aquella persona. Comprendí entonces las palabras de Jesús de tratar a los demás como quisiéramos ser tratados, y servir como si fuéramos los últimos para así ser los primeros.
Mantén la paz con tus amigos y compañeros, y antes de criticar o juzgar, mira tu corazón y piensa si aquello no es el resultado de tus acciones para con aquella persona.
Y recuerda no juzgar pues con la misma medida serás juzgado, deja el juicio a Dios.
Todas las acciones y pensamientos de tu vida resuenan en la eternidad.