Se dice que hace tiempo, en un pequeño y lejano pueblo, había una casa abandonada. Cierto día, un perrito buscando refugio del sol, logró meterse por un agujero de una de las puertas de dicha casa.
El perrito subió lentamente las viejas escaleras de madera.
Al terminar de subirlas se encontró con una puerta se encontró con una puerta semiabierta, lentamente se adentró al cuarto. Para su sorpresa se dio cuenta que dentro de ese cuarto había mil perritos más, observándolo tan fijamente como él los observaba a ellos.
El perrito comenzó a mover la cola y a levantar sus orejas poco a poco. Los mil perritos hicieron lo mismo. Posteriormente «sonrió» y ladró alegremente a uno de ellos. El perrito se quedó sorprendido al ver que los mil perritos también le «sonreían» y ladraban alegremente con él.
Cuando el perrito salió del cuarto se quedó pensando para sí mismo: !qué lugar tan agradable . Voy a venir más seguido a visitarlo.
Tiempo después otro perrito callejero entró al mismo sitio y entró al mismo cuarto. Pero este perrito al ver a los otros mil perritos del cuarto, se sintió amenazado y los miró de modo desafiante, pues los perritos de aquel lugar lo estaban mirando de una manera agresiva.
Posteriormente empezó a gruñir, obviamente vio como los mil perritos le gruñían a él. Comenzó a ladrarles ferozmente y los otros mil perritos le ladraron también a él.
Cuando este perrito salió del cuarto pensó: ¡qué lugar tan horrible es este. Nunca más volveré a entrar aquí!
En el frente de dicha casa se encontraba un viejo letrero que decía: La casa de los mil espejos.
Todos los rostros del mundo son espejos… Decide cual rostro llevarás por dentro y ese será el que mostrarás.
El reflejo de tus gestos y acciones es el que proyectas ante los demás.